«Perspectivas de futuro»

José Antonio Sánchez. Director general de ICEA

Existen sobradas razones para ser optimistas acerca del devenir futuro de nuestra industria, ya que la pandemia no ha hecho más que reforzar nuestro rol y ventana de oportunidad frente a una Sociedad cada vez más compleja e incierta, lo que aumenta el deseo de las personas y empresas de buscar protección frente a situaciones adversas que pudieran afectar el al normal desenvolvimiento de la vida diaria. 

 

Lo anterior, unido a la fortaleza y solvencia mostrada por nuestro sector, incluso en períodos de gran dificultad, nos debe permitir afrontar con cierta tranquilidad, sin prisa, pero sin pausa, todos los retos de futuro, especialmente la evolución, cuando no transformación, de los actuales modelos organizativos y de negocios, para su adaptación a una nueva realidad caracterizada por el cambio constante y veloz, con un avance inexorable de la sociedad digital. Todo esto, unido a una serie de cambios sociodemográficos, tales como: aumento de la esperanza de vida, progresivo envejecimiento de la población, e incremento de la desigualdad, están modificando no sólo nuestros modos de vida y pautas de consumo, sino también la forma de hacer negocios, abriendo paso a un nuevo escenario competitivo en el que la batalla empresarial se irá poco a poco desplazando desde el territorio limitado de la industria a uno más amplio, el de los llamados ecosistemas, en el que a los competidores tradicionales se les suman otros nuevos y donde la ventaja competitiva se modifica trasladándose desde el producto a la conectividad y el dato (conocimiento del cliente) sustentada en un nuevo modelo de relación con el consumidor. 

 

Y por ello, debemos introducir en nuestras organizaciones un cierto sentido de urgencia al cambio, arraigando en ellas una decidida y profunda cultura de innovación y de servicio al cliente (la única ventaja sostenible a futuro será la capacidad de innovación y adaptación), dotándolas de nuevos perfiles, y ampliando el enfoque tradicional de oferta de producto (orientado fundamentalmente a resolver un percance cuando éste se produzca) hacia otro más amplio orientado al concepto de prevención, soportado en una oferta conjunta y diferencial de soluciones (provenientes de empresas de distintos ámbitos) que contribuyan al crecimiento personal y profesional tanto de las personas como de las empresas durante todas las etapas de la vida. Para ello, será necesario evolucionar desde una estrategia competitiva a una estrategia colaborativa, pero sin perder o, mejor dicho, apalancándonos en nuestras fortalezas (base de clientes, solvencia y confianza). 

 

Quizás nuestro mayor reto como industria radica en ser capaces de trasladar mejor al conjunto de la sociedad lo que somos y representamos, igualando percepción y realidad, la “realidad” de un sector solvente, bien gestionado, con un servicio de alta calidad, y fundamental para el futuro mantenimiento del estado del bienestar y el crecimiento personal y profesional tanto de las personas como de las empresas. 

 

Y en esto la mediación tendrá que jugar un papel relevante, pero para ello deberá abordar su propio proceso de transformación con un claro camino hacia la profesionalización y el asesoramiento, con un rol totalmente distinto: acompañar y asesorar a las personas a lo largo de todas las etapas de su vida con el objetivo de mejorar el estilo y calidad de vida de las personas. 

 

Y es en este contexto donde cobra todavía más relevancia el papel esencial a desarrollar por las asociaciones de corredores que, como el caso de Cojebro, proporcionan el soporte necesario a sus corredurías asociadas en la transformación digital, formación continua, capilaridad sectorial e institucional, etc. y, a la vez, a sus clientes, mediante un asesoramiento especializado en la defensa de sus intereses como asegurados. 

Sobre el autor